La pintura de Luis Molina es una ventana mágica abierta a la realidad de lo que le rodea. Plasma con un hábito espectral, misterioso, casi místico, que nos hace recordar la poesía fuertemente descriptiva de Juan Ramón Jiménez, el cromatismo de Reynolds o el romaticismo de Gericault. Sus pinturas traen evocadoras imágenes de impoluta sencillez y de la siempre refrescante brisa de lo inmarchitable.
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