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Antonio Yelo ha vivido esa enorme sensación de contemplar todo lo que le rodea, de fijarse en sus más insignificantes detalles, de estudiar cada forma y luz que nos llega, de disfrutar con su juego y de convertir las cosas de fuera, las que más le gustan, en algo suyo, que puede admirar y compartir con los demás, sobre todo con aquéllos que están con él y que son capaces de entender todo lo que deja con sus pinceles.
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